NO ABRAS LA PUERTA
Lo primero que pensé al abrir los ojos fue: «¡Mierda, volviste a caer!»
Sentía la garganta seca y rasposa, era como si mi saliva estuviera hecha
de salsa picante.
Intenté levantarme pero el horrible dolor en mi cabeza me hizo
recostarme de nuevo. Tenía náuseas, mis piernas se sentían débiles y mis
músculos se contraían dándome unos calambres dolorosos.
Poco a poco empecé a apoyarme sobre mis codos, creí que la cabeza me iba
a reventar y yo quedaría tendido en el suelo con los sesos de fuera. ¡Oh tenía
tanta sed!
Me senté, estaba en el suelo así que me apoyé sobre la cama, y me quedé
mirando todo el tiradero de la habitación. No era mi cuarto ni el de ninguno de
mis amigos, de seguro estaba en un motel.
Botellas de cerveza, ron y whiskey estaban tiradas por todos lados;
jeringas con rastros de sangre y cucharas que habían sido chamuscadas con un
encendedor y sobre la mesa habían tres líneas sin terminar de coca. Carajo.
Me fui levantando poco a poco, mi mano se hundía en el colchón de la
cama y mis piernas no podrían haberme sostenido por más de dos minutos ni
aunque mi vida dependiera de eso.
Estaba a punto de maldecir otra vez cuando vi el letrero en la puerta de
baño que decía «¡NO ABRAS LA PUERTA!»
La puerta estaba cerrada y alguien había puesto varias toallas y trapos
debajo para tapar la rendija.
Como un muerto que acaba de salir de la tumba, me arrastré hacia la puerta del baño,
sentía que me habían echado sal en los ojos y mi propio aroma corporal me
estaba dando más ganas de vomitar.
«¡NO ABRAS LA PUERTA!» decía la hoja, las letras habían sido hechas rápidamente y la hoja
parecía estar gritándome. Claro que no le hice caso, después de todo ¿Qué
podría haber del otro lado?
Arranqué la hoja y abrí la puerta, la abrí unos diez centímetros cuando
topó con algo, era pesado y no pude moverlo de inmediato. Usé la poca fuerza
que había llegado a mis brazos y empujé sintiendo como mi cabeza se calentaba
como una papa en el horno.
Finalmente abrí la puerta y vi rojo. ¡ROJO!
Los azulejos del baño estaban salpicados, no necesitaba a
nadie que me dijera lo que era. Sangre.
El espejo, el lavamanos, el inodoro, las cortinas de la regadera. Todo
estaba violentamente manchado con sangre. Miré lo que había empujado con la
puerta y vi el cuerpo desfigurado de lo que supuse era una prostituta; sus
piernas habían sido quebradas brutalmente hasta revelar el hueso de sus
rodillas pero aun llevaba puestos unos enormes zapatos de tacón negros.
No había mucho más que distinguir de ella, pues de la cintura para
arriba todo estaba desecho. Parecía que habían usado un martillo para jugar a «aplastar
calabazas» con su torso y cabeza una y otra y otra vez hasta que sólo hubo una
masa deforme y sangrienta...con piernas.
Salí del baño dando tropezones hasta que caí sentado al lado de la cama, un cristal, aunque pequeño, se incrustó en mi muslo izquierdo y cubrí mi boca para ocultar un grito
demente, todo a mi alrededor parecía confuso, los muebles y basura del cuarto
parecían estar moviéndose, revolviéndose en un remolino a mi alrededor. Debía
salir de ahí, llamar a la policía y-
¡¿Llamar a la policía?!
«Oficial, quiero reportar
un brutal asesinato en este...uh, supongo que motel, no lo sé, recién
desperté...Si, gracias por venir, ahí está el cuerpo, o lo que queda de él.
Disculpen el desorden, no tuve tiempo de ordenar, estaba ocupado viendo la
sangre y tripas de esa prostituta esparcidas por todas las paredes... ¿La coca?
Oh, eso...eso...eso no es mío...yo...»
«Oh Jesús» puse mi mano sobre mi frente hirviendo. Podía sentir el palpitar
de mi cabeza en mis sienes. El aire estaba impregnado con algo que no tenía
olor pero que parecía tan tóxico como el amoníaco. Era la desesperación. Estaba
jodido.
«¡Pero dónde está la sangre!» dijo mi atormentada mente. Era cierto, yo
no tenía ni una sola gota de sangre sobre mi ropa o mi piel. Me eché un vistazo
y no pude ver ninguna mancha incriminatoria. Además era obvio que yo no lo
había hecho.
Traté de recordar y sólo podía verme a mí mismo conduciendo y llegando
a—la entonces limpia—habitación de este motel u hotel o lo que sea. En mis
parrandas yo solía ya sea invitar a todo el mundo que «conocía» o simplemente
me atascaba toda la porquería yo solo. Era obvio que no había invitado a nadie…aunque
tal vez alguien había venido a «celebrar» sin que yo me diera cuenta.
«Debes llamar a la policía» dijo mi voz interna. «Pero limpia un poco,
al menos la coca...»
Me puse de rodillas y empecé a arrastrar el polvo blanco con el borde de
mi mano derecha para ponerlo en la izquierda. Mis manos temblaban demasiado por
lo que me tomó unos buenos cinco minutos el llevar el polvo del centro de la
mesa a la orilla. Busqué frenéticamente por cualquier rastro en la mesa u en
otro lado, estaba seguro que no había nada más. Con mi mano izquierda cerrada,
fui al baño, temeroso de que ver que las piernas se moverían con horribles crujidos y aquella deformidad se
levantaría. Tiré el polvo en el lavamanos y abrí la llave, el agua fría parecía
cortarme la piel pero después de un rato se tornó relajante. El polvo se fue
entre el agua y luego me lavé la cara. Entonces me vi al espejo...o mejor
dicho, no me vi.
No había prestado atención al espejo del baño, estaba salpicado con
sangre y no quería ver nada de eso, pero entre la salpicadura de sangre y la de
agua, lo que me desconcertó fue que no había nada.
Quité el espejo y salí del baño, tomé uno de las toallas en el suelo y
lo limpié. No quedó reluciente, pero debería poder verme en él. Pero no.
Aquello me dejó completamente desconcertado y de alguna forma más aterrado que la imagen enfermiza del baño.
Agité el espejo como si fuera un dispositivo que ha dejado de funcionar
y pegué mi cara hasta que la punta de mi nariz tocó el húmedo cristal.
Podía ver, de manera borrosa, la lámpara en la mesita de noche, las cortinas
celestes moviéndose suavemente con la brisa de la mañana, podía ver la maldita
pared con su papel tapiz de nubes tras de mí. ¡Pero yo no estaba en ningún
maldito rincón de ese espejo! Lo que sí noté fue mi respiración, podía ver
como mi aliento empañaba la superficie del espejo, sin mi reflejo parecía una
manifestación fantasmal. Eso no me ayudó, sí podía ver mi maldito aliento
opacando aún más el vidrio pero eso no me explicaba por qué de repente era invisible como un maldito vampiro.
Dejé caer el espejo y este se quebró, los pedazos no se esparcieron sino
que se quedaron juntos manteniendo la forma cuadrada, como un rompecabezas
terminado. Me asomé y pude ver el techo, el ventilador con su cordón de
bolitas. Ni un sólo pelo mío.
Me senté a la orilla de la cama poniendo mis manos temblorosas sobre mi
cara. Después de frotarme la cara como si quisiera despertar de una
increíblemente vívida pesadilla, me quedé quieto, mis ojos apuntando al suelo
pero no viendo el desorden ni nada. Estaba perdiéndome en el vacío que siempre
flota a nuestro alrededor. Sentí un hilo de baba bajando por la comisura de mi
boca hasta que tocó mi mano que posaba en mi entrepierna.
«¡NO ABRAS LA PUERTA!» decía la nota.
El sonido de una aspiradora se oía abajo, o tal vez era al lado, no sé.
Yo me estaba yendo de la habitación, ya no había izquierda o derecha, arriba o
abajo, me encontré flotando en un espacio vacío y sin dirección. El dolor de mi
cabeza se fue y un entumecimiento me llenó, era increíble y agradable como
cuando sientes que finalmente te estás quedando dormido y no quieres moverte
para no romper ese estado. «¿Es esto de lo que hablan los budistas?» pensé. «
¡JA! tantos años que ellos desperdician para practicar y yo ya lo estoy
logrando...¡y con una resaca infernal!»
«Buenos días, ¿limpieza?»
Escuché un tremendo «CRACK» y las paredes, los muebles y la basura
aparecieron frente a mí como si hubieran levantado una enorme sábana negra que
los había tapado.
Una gota de sangre cayó sobre mi mano desde mi nariz.
« ¿Limpieza?» dijo la señora afuera de la habitación.
«Si, buenos días, será
que puede traer cloro y...ummm, tal vez unos veinte trapeadores, es que parece
que alguien mató a una prostituta anoche, Si, jaja, que loco verdad, y no
quiero ir a la cárcel, usted me entiende. Ah, sí, también traiga bolsas de
basura, guantes y una pala, la pobre está hecha gelatina.»
Puse mi mano en mi boca para evitar las risillas. Más sangre salía de mi
nariz.
La señora de la limpieza fue a la otra habitación donde al parecer si
querían limpieza.
Me quedé quieto otra vez y el entumecimiento llegó sin problema. Esta
vez dejé que me llevara lejos.
**************************************
Lo primero que pensé al abrir los ojos fue: «¡Mierda, que buena estuvo
la fiesta!»
Sentía la garganta seca y rasposa, tragué saliva y pensé que había
tragado vidrio molido con espinas.
Me senté y entonces vi que ya no estaba en el suelo, donde me había
acostado, pero en la cama.
Me paré y sentí un tremendo dolor de cabeza que hizo que me volviera a sentar, sentí sangre seca bajo mi
nariz y baba seca en mi mejilla. Carajo.
El lugar estaba igual, bien, no había entrado o salido nadie.
Levanté el colchón y me llené de placer y asco al mismo tiempo al ver
que el mazo y cuchillo seguían ahí. «Espero que no tengan la costumbre de darle
vuelta a los colchones, sino se darán una horrible sorpresa» eso me hizo reír y
más dolor atacó mi cansado cerebro.
«Uuugh, apesto, pero no creo que pueda ducharme...hablando de duchas»
Miré a la puerta del baño y casi me voy de espaldas. La puerta estaba
abierta y mi letrero no estaba.
«OH, maldito imbécil, no puedes hacerme caso ni una vez, ¿verdad?»
Vi el espejo del baño en medio de la sala, el tonto intentó verse en él,
patético. También sentí un molesto dolor en mi muslo, un pequeño pedazo de vidrio estaba enterrado en mi piel como un lunar.
Me asomé y ella aún estaba ahí, no es que esperara que caminara, lo
único que dejé más o menos con forma fueron sus piernas, pensé que eran sexis.
Lo demás era más bien una mezcla entre pastel de arándanos y huesos de pollo
escupidos por un perro.
«Eso te pasa por fácil» le dije a la pobre Irma mientras sacaba su ID de
mi bolsillo trasero. Lo siento por tu bebé, pero ¡hey, soy un animal libre, no
un canguro porta bebés!
La idiota llegó con la excusa de que me—lo, nos, como sea—amaba y que
estaba embarazada. ¡Ja! Embarazada, ¡córtenme la cabeza antes de tener que dejar las fiestas para
cambiarle pañales a un bulto que llora y caga!
Ahora tengo que ver cómo me largo de aquí.
Espero que él olvide lo que vio, ya lo ha hecho antes, me gusta estar con él, pero a veces es
un estorbo. Uumm, tal vez logre deshacerme de él también...digo, salí del espejo, ¿no es así? Tal vez pueda lograr salir de su cabeza.
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